María Abril Fígares

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Un buceo en el Mar
(Capítulo 5)

El pez grande se come al pequeño: la ley del Karma
Comentarios sobre “La Clave de la Teosofía” de Helena P. Blavatsky
octubre 23, 2021

La Naturaleza en sí misma no es cruel, simplemente crea y destruye en función de las necesidades concretas de un entorno y los seres que lo habitan. La naturaleza se adapta a las circunstancias que se van presentando. Un ejemplo de ello es la cadena alimentaria de los seres vivos. Es una ley inmanente en la naturaleza según la cual hay establecido un justo equilibrio entre los grupos de seres vivos respecto a la alimentación para hacer posible nuestra subsistencia en este planeta. Un cambio no apropiado de ésta puede suponer nuestra extinción. Si un pez grande se come a uno más pequeño no es por crueldad o violencia, sino porque la cadena alimentaria así lo establece. El pez pequeño posiblemente comió unas algas y el otro pez grande. quizás se lo coma una gaviota…etc. La cadena alimentaria entre los seres vivos ha de ser necesariamente equilibrada, porque si por ejemplo disminuyen notablemente los animales depredadores, habría superávit de animales herbívoros. Éstos comerían muchas más plantas y éstas a su vez, nos les daría tiempo a crecer por ese inesperado e incrementado consumo. Sin animales carnívoros, sin animales herbívoros, sin plantas … así sucesivamente... terminaría destruyéndose todo el ecosistema.

Pues bien, la ley de la reencarnación en este contexto puede verse como este mismo proceso general, necesario y equilibrado que ha de realizarse de una forma ecuánime y justa también con un fin común, aquí, para que se desarrolle adecuadamente la evolución de la humanidad. En nuestra cadena humana, cada uno de los "movimientos" que produzca una persona, tiene sus consiguientes efectos. De los "buenos", resultan recompensas y de los "malos", se siguen reprimendas. Ahora bien, tales movimientos con sus respectivos castigos o premios más que entenderlo literalmente, desde nuestra perspectiva, esta ley, en un grado más de compresión, es moralmente más comprometido contemplarla como los pasos necesarios para el aprendizaje del alma humana a lo largo del recorrido de muchas vidas. Es decir, en este transitar de nuestra alma en las distintas áreas de la vida si nos cuesta más entender algo, esta ley incide en procurarnos experiencias específicas en ese preciso ámbito para llegar a ser incluso en algún momento expertos en esa materia. Y por contra, de aquellas facetas que ya hemos aprendido bien, podamos disfrutar de esos beneficios adquiridos por nuestro propio y genuino esfuerzo. En esta línea – La clave de la Teosofía mantiene y compartimos – que esta ley ayuda y mucho, cuando se comprende sustancialmente que sus circunstancias particulares en este mundo son la manera precisa para redimir las faltas cometidas en vidas anteriores. Por tanto, afrontar las situaciones adversas que nos surjan de la forma más proactiva posible, ya que son pruebas que se nos brindan para aprender y evolucionar. Sin embargo, como sucede en alguna religión ya mencionada en capítulos anteriores de este comentario, para aquellos que creen tenemos una única vida y solo se sufre en ella, sin esa garantía aprendizaje continuado en múltiples vidas, puede suponer efectiva y razonablemente un desconsuelo y un verdadero tormento.

La ley del Karma, del mismo modo y en la misma medida que nuestro ecosistema necesita la cadena alimentaria finamente compensada para que podamos subsistir, se trata de una ley infalible y con proporciones exactas. Y es imprescindible que sea de ese modo, es decir, con este mecanismo de reciprocidad minuciosa de causas-efectos para que nuestra alma realmente evolucione. En caso contrario, sin ese balance equitativo rompería su rol como aprendizaje evolutivo, pues dejaría de tener sentido para nosotros afrontar las malas consecuencias que nos impone, si provienen de motivos poco legítimos, descontrolados o puramente parciales o caprichosos.

Tenemos que tener en cuenta, que esta ley de corregir errores se aplica a los individuos y por extensión, a las naciones o al propio Universo. Y también es muy clara, sencilla y aun tiempo, esencial. Repetimos: las malas acciones engendran malas consecuencias para el que las realiza y todo su entorno. Y las buenas acciones, generan consecuencias beneficiosas para el que las realiza y sus alrededores.

Una analogía muy visual al respecto que ofrece La clave de la Teosofía (que ilustra el comienzo de esta reflexión), es la siguiente: cuando tiras una piedra en un estanque, se producen unas ondas o perturbaciones tanto en el agua como incluso en el propio aire. Estas ondulaciones tras un tiempo en movimiento se van calmando hasta que vuelve el equilibrio establecido en el estanque. De la misma forma, cuando sucede algo, la ley de Karma crea unos efectos (u ondas) para bien o para mal, que además repercuten en todo lo que rodea (en el Universo) a ese hecho (que puede ser físico-emocional o mental).

Una precisión más e importante, la “causalidad universal no es puramente presente, sino pasada, presente y futura1. Entendemos que la línea de la eternidad no admite divisiones de espacio-tiempo. Todo está interconectado.

Por lo dicho, cada acción, por ejemplo egoísta, nos hace retroceder y no avanzar, y todo acto generoso o pensamiento noble, nos guía a planos más elevados del ser. Un solo día con una mala acción, ya tiene un efecto2.

Nosotros, desde nuestra propia conciencia, debemos discernir el modo de actuar y sobre todo, el modo en que pensamos, porque los pensamientos tienen consecuencias mucho más profundas que las acciones, pese a lo que se pueda imaginar.

Hay que reflexionar seriamente qué es lo que va a prevalecer en nuestro día a día, si una visión caprichosa y torpe de topo o una ideal y elevada de águila.

MAF

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[1] La clave de la Teosofía, 167.

[2] La clave de la Teosofía, 149.


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